viernes, 24 de febrero de 2012

La infelicidad está en las pequeñas cosas.

Muchos os acordareis de un libro que hizo furor ahora hará unos 10 años:
La felicidad de las pequeñas cosas de Arundhati Roy.

El libro es bastante malo, básicamente es una revisión best-seller style del Carpe Diem latino con algo de iluminación indú y ese neo-hippismo californiano que sólo se tragan los muy perdidos.

La mención al libro, pero, es sólo respecto a la falacia de su título. La verdad de la vida, es que es la INfelicidad se encuentra en las pequeñas cosas.

Hoy por ejemplo, he tenido un día miserable hecho de pequeñas desgracias.

Me he levantado con dos granos nuevos: gracias NY y tu bonita contaminación, ¿cómo se lo hacen las pijas para combatir la polución?

Cuando he salido de casa, me he dado cuenta que llovía, pero iba tarde y justo en mis narices he perdido el bus que me acerca al metro, así que a patita y cantando bajo la lluvia.


Igual de "feliz" me hallaba yo.

Al llegar al suburbano, desde las escaleras he escuchado que se acercaba un convoy y he decidido correr... para acabar resbalando gracias a las baldosas metro-nuevayorkesas y caer encima de la una malhumorada lady del sur (o de Harlem en este caso).

Las dos primeras horas de trabajo han transcurrido en paz, hasta que he borrado a eso de las 11h, el excel que llevaba haciendo desde que he llegado: olé, olé.
¿Me ha preguntado Windows  si estaba segura de no guardar? Sí, me lo ha preguntado. ¿Entonces?
Básicamente mi cerebro estaba en modo "spider pig-spider pig"" a lo Hommer Simpson.

Y llegamos a la hora de comer y mi espectacular clarividencia. Decido ir al chino, por bonito, bueno y barato. Y en un momento que podría iluminar el París de 1881, he pedido el plato más caro de toda la carta. Para después ver que el mismo plato era el plato del día a mitad de precio (la chinorris se lo ha callado, eso sí).
Btw, me he manchado comiendo...

Y mientras pensaba que mi día no podía ser peor, me entero que toda la semana que viene me la pasaré en la bonita Providence y que para ello, ¡¡me tendré que pillar un tren a las 6AM!!

El día ya oscurecía y me he montado en el tren a casa, después de mojarme cual patito de Central Park de camino a él.

Me monto, huele bien y hay sitio ("Oh, mi suerte cambia." -pensó ella, crédulamente) y... Me duermo, me duermo tanto que me he despierto en la parada de la calle 200, en pleno Bronx. ¡¡Ese barrio tan recomendable!! 

Casi una hora después de lo esperado, he llegado a casa y había tres coches de policia delante y una ambulacia. Me encanta cuando la gente se dedica a tirarse tiros cerca de mi residencia habitual.

No pienso salir. No pienso moverme.

No emprenderé ninguna empresa más allá de escribir esta entrada y beber té (Thé Mariage: French Breakfast) mientras me ilumina la vela de "Comfort" que me regaló mi jefa por Navidad. 

Si no me relaja, les demando por publicidad vinculante. Aunque pensándolo mejor, lo hago otro día, que hoy seguro que me acaban acusando ellos de algo.



Está claro que la infelicidad se encuentra en las pequeñas desgracias de cada día.


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