sábado, 13 de abril de 2013

Misleading Spring.

Esta primavera en New York City está siendo muy misleading, que en cristiano –ese término tan del gusto de portavoz pepero- vendría a ser “engañosa” pero con un uso más de tono legal. O puede que sólo me lo parezca a mí porque vivo en el país de “Please provide us with your attorneys information.” (Visto recientemente en mi bandeja de entrada profesional. By the way.)

El martes paseaba después del trabajo con Miss Mar M. por la High Line, pero hacia tanto calor que nos tuvimos que refugiar en un bar con encanto de Chelsea mientras nos tomábamos un Nugrape soda –bebida que ambas recomendamos NO pedir nunca.
Y esto me lleva a comentar una costumbre muy americana, que se pega fácilmente a los foráneos con cierto recorrido en USA, la de pedir a la camarero/a cuál es su plato/bebida favorita.

Reconozco que en muchos sitios –véase la España profunda o el Mid West- puede ser una táctica válida. Por un lado, otorgas un poder inusitado a alguien normalmente ignorado que de golpe siente que su opinión cuenta, asegurándote, así, un mejor servicio. Y por otro lado, puede que te sirvan el mejor plato/vino del establecimiento.


Personalmente, me veréis usar esta estratagema en la Emilia Romaña o en Tennessee, pero NUNCA comento tal barbaridad en Nueva York. ¿El porqué? Pues porque en Nueva York no hay camareros: hay gente que sirve mesas mientras se desliza hasta un improbable estrellato.


Momentos memorables protagonizados por estrellas en potencia/servidores de comida:


- Gato por liebre en Smoke.

Uno de mis lugares favoritos de la ciudad es este jazz bar maravilloso al otro lado del parque, donde me quejé que lo servido como riesling no era tal. A lo que la camarera me espetó un “El riesling de la casa sabe así”.

A lo que contesté con mi mejor tono British: - “I’m sorry darling, pero una puede diferenciar entre un rioja alta de un rioja baja sólo con olerlos, y este riesling sabe a sauvignon blanc australiano a granel.”

Ahora sólo pido cerveza en Smoke, no sea que me encuentre con un merlot disfrazado de zinfandel y quiera estrangular al pianista.

-  El camarero modelo.


Un must de la Gran Manzana. Vas a una inauguración molona, eres la única persona de menos de 50 años y sin implantes de ningún tipo. Y los camareros parecen salidos de un casting de The True blood.

Story board: camarero macizo te pide el teléfono –cuatro veces, que una se hace rogar-; llama a la semana; quedas para hacer un café y efectivamente: aspirante a actor.

Le pedí -cuatro veces- que perdiera mi número.

 
-  El “rápido de Milwakee” del Café Minerva.

Establecimiento monísimo del Greenwich Village donde ensaya el actor que hace de Cary en The Good wife, lo tiene todo para ser mi abrevadero preferido, pero contrata a fumados.

No he visto a nadie tan malo en su trabajo (o casi): sirve café sin cucharilla; trae sal en lugar de azúcar; sirve el vino caliente y el té frío; te ignora cuándo pides la cuenta y la lleva mal…

Si quisiera servirme a mí misma, me hubiera quedado viviendo en Suecia, my friend.



-  Las camareras busca propina viviendo al límite de su turno.
Otro mítico de la ciudad que nunca duerme. Vas a un establecimiento y la camarera (siempre son chicas, no sé porque) te informa sólo sentarte que pronto acaba su turno, así que te traerá la cuenta rápido -“But feel free to stay longer, guys.”

Ten por seguro que te perseguirá hasta el baño/interrumpirá proposiciones de matrimonio con el único propósito de recolectar su tip

"Hi guys, it's the end of my shift and I was wondering you could take care of the check, but feel free to..."

De verdad que entiendo que les pagan muy poco, aunque no es culpa mía que vivan en un país sin consciencia social, pero los $3 que te daré no te cambiarán la vida. Haber estudiado derecho para demandar a la universidad.



Camareros de Nueva York: I embrace your pain, but don’t ruin my day. 


Esperemos que esta embaucadora primavera nos traiga más felicidad en el sector de la restauración.

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