sábado, 14 de julio de 2012

Los sueños, sueños son.

Cuando has querido algo con real anhelo, “con ganas” que se diría coloquialmente, y lo consigues, siempre hay ese momento de vacío.
Ahora estoy allí.

A 39º C, sentada en la escalera de incendios de mi perfecto piso de NYC, que tengo gracias a que alguien me dio la confianza de un trabajo fuera. Un trabajo que además me permite ser bastante libre y beber buen vino.

Pero ay: el void.

De golpe quieres estar en casa, tener un trabajo más fácil, hablar sólo tu idioma, no tener que pagar alquileres desorbitados porqué tu sueño era Nueva York… 

Y alguien abre una boca de incendios al lado de casa, los niños juegan bajo ella, suena funky y el Sol incide en el agua de modo que crea un arcoiris. Y de golpe te das cuenta que vale la pena vivir el sueño.



Como dice otro de mis sueños, hecho persona en este caso, en un alarde muy calderonesco: “Los sueños, sueños son.”


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