lunes, 14 de enero de 2013

Candy Sandy


Sandy llevó varias cosas a mi vida. 

La más significativa: un amor total por mi piso.

Las otras fueron, ver de cerca la solidaridad y la creatividad de los novayorqueses. La gente abrió sus casas a los "sin luz" y se organizaron "batidas" para sacar a abuelas rusas de sus apartamentos medio inundados en Staten Island.
Y ver como me llamó TODO el mundo -y sentirme acompañada en la distancia.



De esos días recuerdo el color gris del cielo, el frío aceroso, pero en especial, el silencio.



El hecho que en mi psio hubiera luz, no se notara al mirar por la ventana el paso del huracán y que todo funcionara exactamente igual que antes, añadía surrealismo al asunto.

Fue una semana rara. Vi a pocos de mis amigos habituales y hablé con todo de gente con la que hacía años que no parlamentaba.

Emails, llamadas, millones de whatsapps: "Sí, estoy bien, estamos bien." "No, no se notan nada los efectos en donde yo vivo."

Mi email favorito lo mandó mi padre al día siguiente del paso de la super tormenta. Se titulaba "Digues alguna cosa (si pots)". 

Y continuaba:

"Esther,
No sabem si tens electricitat i, doncs, si veuràs el missatge.
Si fos que sí, digues sintèticament com estàs, si tens llum i menjar i el que et sembli. Tothom pregunta per tu.
Petons.
Papa"

Me hizo mucha gracia porque a la hora en la que me lo mandó, ya había hablado con mi madre por Skype. Había mantenido una conversación de una hora vía whatsapp con mi hermana y hasta había hablado por teléfono con mi abuela. Todos sabían que seguía viva y sin humedades.



Pero pobre Papa estaba trabajando y no se había enterado. Por ello, que quisiera que aunque fuera sintéticamente, describiera mi situación.  

Un pequeño New Yorker sobrellevando la falta de luz cerca de Washington Square.
 
Sandy dejó un rastro de líquido en mi vida. Pero no de H20, precisamente. 

Todo se paró, nadie contestaba a los emails, no podía ir a trabajar... Así que salimos para celebrar que habíamos vivido el fin del mundo. Y seguíamos teniendo electricidad.



Cost of the hurricane: $200 in taxis, 3 bottles of my finest wines, lots of whiskey on-the-rocks, the biggest hamburger ever and... a platonic love.

PD: las fotos son gentileza de BMC, que tuvo la desgracia de vivir el huracán a mi lado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario