sábado, 8 de junio de 2013

Deixant New York City.


Fa dies que esboço aquesta entrada. La tinc escrita a l’ordinador, a dues Moleskine, fins i tot en algun tovalló.

El meu modus operandi habitual és evident: vomito un text; ignoro el corrector i deixo escrits els mots que han brollat del meu conscient. Plam! Ja hi ha entrada. 

Però aquesta no em surt. No flueix.

I és que me’n torno a casa i tot és confús, bipolar. Fins i tot, hormonal.

El Bruc. Catalunya: casa.

No ho tenia planejat. 
Una porta es tanca; una finestra s’obra. Lloc comú que faria empipar al meu estimat comissari Montalbano -ara que Itàlia tornarà a ser a una hora de vol: yeah!

I això em fa un mal il·lusionant, amb gust com de bitter-kas.
Tornar a Barcelona implica reinventar-se sense deixar de ser la nova persona que els anys a l’estranger han cisellat.

La setmana passada, i encara més l’anterior, van ser de dol. Compungida per deixar endarrere les meves vistes de Central park, les nits de vi francès, els carrers que sonen a jazz... Però sobretot, per posar un oceà pel mig amb la gent que fa quite fantastic la meva videta a Nova York.


I també em fa por tornar a un món que descriuen com en crisi.

No l’he viscut. 

El meu Madrid era ple d’esperança, noves coneixences i de "beberse el agua de los floreros"; a Suècia m'hi vaig avorrir entre benestar social i renos, i a Nova York... La Gran Poma bull massa perquè s’hi notin recessions o depressions. Generosa i exigent, viu al llindar de l’extrem. La crisi hi ha sigut sempre i va de la mà d’una riquesa que fluctua però no cessa. 

I per una altra banda, haig de redescobrir el país.

Temps a costat de la Iaia mentre fa mitja. Busca i captura de mobles amb la Teresa. Dinars i migdiades a casa els pares. Ser parada i fonda per ma germana a Barcelona.

Amb l'Edu Solà hem de pintar mones i peresosos. És més, robarem paper de plotter i decorarem una habitació sencera amb bradypus. Deal, my friend?

Farem finos i vins dolços a la terrassa del Rafa Kiub, per acabar nits enverinats per la metzina de les nostres pròpies llengües. I l'endemà tenir converses no mediocres amb en Bernie al patí de l'Ateneu.

Amb en Miqui haurem de reinstaurar la costum –molt temporada 2005/2006- d’anar al cinema cada setmana, si el 21% d'IVA ens ho permet, clar.

M'agradarà descobrir l'amistat fora de Sepúlveda 140 amb en Jandri. Amics des dels quatre anys, companys de pis, relació de germans: ara hem de veure com ens funciona això de quedar en bars i places. La Bet ens hi acompanyarà.

En Borjita serà, pont aeri mediante, a només 50 minuts. Ell, la nostra “infinite discussion”, i milions de whiskies on-the-rocks per descobrir.

Viure a Barcelona permetrà que la Horny Pechuga, en Raiben i servidora acabem amb les existències de ginebra del barri de la Pau, mentre comentem totes les sèries de l’HBO.

Visitaré botigues amb la Laura R. Aniré als concerts de la Guiomar. Escoltaré com l’Oriol improvitza nous acords de jazz. I faré pollo-pakis amb l'Elvira, l'Aina i en Jolis.

Abraçar a la Paula serà tan fàcil com agafar un avió i plantar-me a Brusel·les, on també m’esperarà la Violeta.

I m’il·lusiona pensar que amistats nascudes a Nova York tindran nous escenaris. Amb l’Elena veurem jazz al Jamboree; amb en Borja passejarem per la platja i amb en Pau buscarem ànecs pel claustre de la Catedral.


Tornar té els seus avantatges. Coneixes els carrers, parles la llengua, entens els costums, que són els teus... Casa és allà on has nascut, els pares són a prop i anomenar-se Esther està de moda, ara que és l’any Espriu. (Picada d'ullet, Vintró.)


Fenollosa i Vallory; gràcies per exorcitzar la meva ansietat entre sake, suhi i sashimi.


jueves, 23 de mayo de 2013

La semana pato

Desde la semana pasada que llevo la torpeza como bandera.


Por dónde empezar…

Seguramente por tirar, y esconder con la ayuda de un cómplice, un bol de fruta en el bar de la American Wing del Metropolitan Museum.

Y no sólo tiré fruta. Si no que me dediqué a hacer ejercicio sobre ella. 

Hubo no dos, sino tres amagos de recoger la fruta o flexiones de patas junto con mi cómplice. Dos series de flexiones con el siguiente diálogo:


P: -“¿Lo recojo?”

Pi: -“¡No!, déjalo.”

P: -“Lo recojo.”

Pi: -“Que lo dejes.”


Ésta pantomima la repetimos dos veces. Más una tercera y definitiva de “-Aquí se queda. ¡Eso por cobrar $9 por una birra!”


Salimos impunes gracias a la incompetencia y dejadez total del motivadísimo personal del gran MET. Empleados dedicados, eficientes y siempre ojo avisor para hacer de la galería de la 5ª avenida el mejor museo de Estados Unidos. 

Mr. Bean hacia mejor su trabajo en la National Gallery. Os lo aseguro.



Pero sigamos con mi torpez.

Ese mismo día –ésta vez sin querer, y sin encubridor- robé un imán muy feo en el MET. 

Me di cuenta que me lo había metido en el bolsillo cuando me vibró el móvil y encontré que algo más habitaba en el bolsillo de mi gabardina. Pensé en girarme sobre mis tacones e ir a abonar su valor. Lo pensé. Pero entonces tropecé con una cuerda, me caí sobre un japonés y decidí que mejor me iba a casa. 
Para salvaguardar el mundo de mi patosidad in crescendo.


Y ahora viene otro momento de gloriosa desmaña. Por la noche decidí descorchar un vino para “celebrar” la vuelta a casa de un amigo. Todo normal: "Jiji jaja". Hasta que pienso “¿Por qué no retocar este centro de flores con la mano con la que sujeto la copa? ¡Que idea más buena!".


Líquido alcohólico ideal para el estuque de parades no en propiedad.
Resultado: un bonito estucado de uva tinta decora desde entonces el umbral de mi puerta; parte de la cabecera de mi cama; un jarrón; una lila blanca y mis mejores sábanas. ¡Olé!
 
Estamos a domingo. Ha pasado sólo un día desde que la torpez se adueñara de mi cuerpo. 

He robado; manchado de vino una pared de un piso de alquiler; tropezado contra una cuerda inmóvil para caer sobre un japonés y he expoliado al MET. 

Sigo de una pieza. Nunca he sido de romperme cosas.



Es martes, hace mucho calor. Decido abrir la ventana para ventilar, con tan mala suerte que sale volando la foto de mi madre que vive en la repisa. Me pongo algo de ropa encima y bajo corriendo a recuperar el retrato materno. Y se pone a llover a mares justo en ese momento. Y yo en pijama y calzada con zapatillas peludas, alias "chupa aguas sucias de las calles de Nueva York". 


Happy pig in the water: lalalala.

Vuelvo al edificio chorreando y cojo el ascensor, donde me cruzo com Sammy Davis Jr., el perro del vecino gay piropeador de Borjas, quien decide -el perro, no el dueño- lamerme las pantuflas caladas. ¿Será por qué hacen “choff, choff”?

I can taste dirt, fuel, urine and a hint of roses in these shoes.

Me quito las dos cantimploras que llevo por zapatos y voy a la cocina a buscar agua (¿os habéis dado cuenta que la lluvia da sed?). Y al salir me encamino hacia mi habitación donde resbalo gracias al agua zapatillera. Resultado: se me cae la preciosa botella que acarreó, fiel compañera de noches de verano.

¡Ariel! Ve con cuidado, calimera!
Os podría mentir y decir que justo fue a explosionar al otro lado de la cama, para crear una perfecta simetría con el estucado perpetrado con el vino de dos días antes. Pero no. Fue a expandirse exactamente por la misma zona, dotando al desastre vinícola de un bonito toque acuoso.


Ah, y a todo esto me dicen: “No vayas descalza, eh?” 

Un poquito tarde, amor. Un pelín tarde.



Y vamos al magnífico miércoles… Me despierto, no me encuentro muy fina, pero salgo de casa con la intención de ir a trabajar. 

Hasta que… Lo veo todo amarillo, noto saliva en los carrillos y anticipo lo que viene a continuación: voy a vomitar.


Calculo posibilidades, ¿salgo a la calle o me arrojo a los brazos de la planta del vestíbulo? ¡Planta ganadora!


Pero una vez llegada al pobre vegetal descubro, para mi horror, que no es tal. Es una planta de mentira, de tela. E inevitablemente voy a desaguar en ella sea cual sea su condición. 

"Puag, puag, puag." Tres veces.


Recupero la compostura y justo entonces aparece el encargado de la finca, siempre jovial: “-Buenos días señorita Esther.”


Sí, callé. Sigo callando. Es sólo cuestión de tiempo que algún perro descubra mis silenciadas fechorías.
Os prometo que mis padres no me educaron así.

Creo que hay cámaras en el lobby del edificio.


Y es sólo jueves.

sábado, 13 de abril de 2013

Misleading Spring.

Esta primavera en New York City está siendo muy misleading, que en cristiano –ese término tan del gusto de portavoz pepero- vendría a ser “engañosa” pero con un uso más de tono legal. O puede que sólo me lo parezca a mí porque vivo en el país de “Please provide us with your attorneys information.” (Visto recientemente en mi bandeja de entrada profesional. By the way.)

El martes paseaba después del trabajo con Miss Mar M. por la High Line, pero hacia tanto calor que nos tuvimos que refugiar en un bar con encanto de Chelsea mientras nos tomábamos un Nugrape soda –bebida que ambas recomendamos NO pedir nunca.
Y esto me lleva a comentar una costumbre muy americana, que se pega fácilmente a los foráneos con cierto recorrido en USA, la de pedir a la camarero/a cuál es su plato/bebida favorita.

Reconozco que en muchos sitios –véase la España profunda o el Mid West- puede ser una táctica válida. Por un lado, otorgas un poder inusitado a alguien normalmente ignorado que de golpe siente que su opinión cuenta, asegurándote, así, un mejor servicio. Y por otro lado, puede que te sirvan el mejor plato/vino del establecimiento.


Personalmente, me veréis usar esta estratagema en la Emilia Romaña o en Tennessee, pero NUNCA comento tal barbaridad en Nueva York. ¿El porqué? Pues porque en Nueva York no hay camareros: hay gente que sirve mesas mientras se desliza hasta un improbable estrellato.


Momentos memorables protagonizados por estrellas en potencia/servidores de comida:


- Gato por liebre en Smoke.

Uno de mis lugares favoritos de la ciudad es este jazz bar maravilloso al otro lado del parque, donde me quejé que lo servido como riesling no era tal. A lo que la camarera me espetó un “El riesling de la casa sabe así”.

A lo que contesté con mi mejor tono British: - “I’m sorry darling, pero una puede diferenciar entre un rioja alta de un rioja baja sólo con olerlos, y este riesling sabe a sauvignon blanc australiano a granel.”

Ahora sólo pido cerveza en Smoke, no sea que me encuentre con un merlot disfrazado de zinfandel y quiera estrangular al pianista.

-  El camarero modelo.


Un must de la Gran Manzana. Vas a una inauguración molona, eres la única persona de menos de 50 años y sin implantes de ningún tipo. Y los camareros parecen salidos de un casting de The True blood.

Story board: camarero macizo te pide el teléfono –cuatro veces, que una se hace rogar-; llama a la semana; quedas para hacer un café y efectivamente: aspirante a actor.

Le pedí -cuatro veces- que perdiera mi número.

 
-  El “rápido de Milwakee” del Café Minerva.

Establecimiento monísimo del Greenwich Village donde ensaya el actor que hace de Cary en The Good wife, lo tiene todo para ser mi abrevadero preferido, pero contrata a fumados.

No he visto a nadie tan malo en su trabajo (o casi): sirve café sin cucharilla; trae sal en lugar de azúcar; sirve el vino caliente y el té frío; te ignora cuándo pides la cuenta y la lleva mal…

Si quisiera servirme a mí misma, me hubiera quedado viviendo en Suecia, my friend.



-  Las camareras busca propina viviendo al límite de su turno.
Otro mítico de la ciudad que nunca duerme. Vas a un establecimiento y la camarera (siempre son chicas, no sé porque) te informa sólo sentarte que pronto acaba su turno, así que te traerá la cuenta rápido -“But feel free to stay longer, guys.”

Ten por seguro que te perseguirá hasta el baño/interrumpirá proposiciones de matrimonio con el único propósito de recolectar su tip

"Hi guys, it's the end of my shift and I was wondering you could take care of the check, but feel free to..."

De verdad que entiendo que les pagan muy poco, aunque no es culpa mía que vivan en un país sin consciencia social, pero los $3 que te daré no te cambiarán la vida. Haber estudiado derecho para demandar a la universidad.



Camareros de Nueva York: I embrace your pain, but don’t ruin my day. 


Esperemos que esta embaucadora primavera nos traiga más felicidad en el sector de la restauración.

martes, 15 de enero de 2013

Cosas que adoro de EEUU

Aunque en Nueva York no me paso el día refunfuñando a lo reno sueco, hay muchas cosas que critico: que si el control de armas, que si la superficialidad, que si el egoísmo, que si los intermediarios, que si las ratas del metro, que si la falta de sanidad pública...

Pero hay otras mil cosas que hacen de USA un lugar maravilloso.

 1) La atención al cliente. 

Y no hablo de los camareros "busca-tip", ni de las dependientas pesadas. No.

Hablo de mandar un email de queja y que te respondan a los dos minutos. O que un vuelo se retrase y te den 1000 puntos para un viaje a Hawai. O que hay un mini problema en una habitación de hotel e inmediatamente te muevan a la suite presidencial.

- Y en especial: Las 24h de cambios gratis en billetes de avión. 
Para alguien capaz de comprar un Barcelona-Madrid cuando en realidad quería un Madrid-Barcelona, esta opción, me hubiera ahorrado mucho dinero y estrés post-compra.

El cliente manda en USA.

2) Si quieres hablar, seguro que algún desconocido te da palique.
No he conocido raza igual. Son los reyes de la conversación insustancial. En aviones, en el metro, en la consulta del médico. Seguro que te encuentras a alguien a quien contar la vida y que te contará la suya.


Se conocieron en el metro y su amor común por el Monstruo de las galletas, les convirtió en dúo de éxito.

3) Meritocracia.
En USA se reconice el talento. Ascender por méritos es más verdad aquí que en cualquier otro lugar del mundo.


4) El voluntariado.
Desde que vivo en EEUU lo veo como algo menos desinteresado -ya que todo americano nace con el sentido de win-win. Sí que creo que es algo muy exportable y envidiable, como la gente hace suya una causa y lucha por ella. Aunque sea para desgravar impuestos.
 

5) La racionalidad en la construcción nacional.
Las calles están indexadas por puntos cardinales. Y en Manhattan, para hacerlo aún más fácil, ordenados numéricamente.

La numeración de las autopistas interestatales de este a oeste son pares. Las de norte a sur son impares. Hay estaciones exprés en el metro, porque no hace falta pararse siempre en todas las paradas, sólo en las más transitadas.

Ah, y las rebajas son antes de Navidad. ¡Y no después de Reyes!

Todo individuo tiene derecho a defender su casa, su familia y su persona, ergo, todo individuo tiene derecho a tener un arma -durante la conquista del Oeste. Esa es la parte que aún no han entendido. Para mi la segunda enmienda estaba circunscrita a una época y a sus particularidades, pero los republicanos don't agree with me.

Actualmente, la gastada por el uso segunda enmienda sirve para dar licencias de armas a qualquiera. Desde cazadores amateurs que controlen el crecimiento desaforado de infantes en escuelas/instituto/ universidades hasta quinceañeras con crisis de ansiedad. (Esto no es que me guste, pero tenía que ponerlo.)

 
6) Decorar la casa por fuera.
Ya sé que por mis lares de origen también se estila cada vez más, pero no deja de ser in invento yanqui.
Navidad es el momento ideal para coger el coche y conducir por los barrios residenciales de Nueva York o Chicago. Y así poder disfrutar de la decoración externa de patios delanteros; de la iluminación artística de casas y edificios y morir de ataque esquizofrénico al mirar miles de renos y/o angelitos hechos con LEDs parpadeantes de luces de colores.


7) La multiculturidad

Let's be friends, pal!
Como hija de una tierra con poca inmigración, me sigue pareciendo fascinante convivir con religiones y culturas muy lejanas a la propia.
Si bien creo que es una chorrada decir "Happy Holiday Season" en lugar de "Merry Christmas", sí me hace mucha gracia estar rodeada de gente con la que no tengo nada en común.

Justo un pelín antes de Navidad surgieron miles de menoras judías por bares, lobbys de hotel, tiendas, etc. Allí donde miraras reposaba un candelabro de cinco brazos encendiéndose paulatinamente con el pasar de los días del calendario judío. 

Este año pongo una mezuzah en mi puerta. ¡Que se note que me llamo Esther!


8) Los speakeasies


Quesque ce?  

Pues es el nombre que recibían los bares clandestinos durante la Ley Seca. La regulación de espirituosos americana aún bebe -nunca mejor dicho- de aquella época oscura en los 20. 

La única reminiscencia exquisita de la susodicha ley, son los bares secretos escondidos a los que entrar con santo y seña.

Mis favoritos de Nueva York: Angel's share; Hotel Delmano y Backroom.





9) Los parques
Y no hablo de mi adorado vecino, Central Park, hablo de los parques. Pequeños, grandes y gigantes. 

Desde los Parques Nacionales de los que tanto disfruta adoctrinar Jed Barlet en El Ala Oeste, pasando por los parques de barrios marginales como Bushwich (Brooklyn, Nueva York). En este último, por ejemplo, desde que limpiaron y volvieron a cuidar el parque `María Hernández´ de la zona la delincuencia ha bajado en picado y el barrio se ha revalorizado.



Mires donde mires hay zonas verdes, más o menos arregladas, más o menos exuberantes, pero omnipresentes en un país hecho a base de alquitrán y formigón.


10) La discriminación positiva
Sí, aún sabiendo que es contradictorio con el punto tres de mi lista.

Abrazo la idea de hacer posible que gente menos cualificada, y hasta menos brillante, pueda acceder a puestos de trabajo o universidades que antes les eran inalcanzables. Aunque sea por el simple hecho de ser de una raza menos representada -veáse, guetizada- en la sociedad americana. 

Toda sociedad es esclava de su pasado. Y en este caso, está bien que al menos sean conscientes de ello.  

En España justo ahora han pedido perdón a los judíos por expulsarlos en 1492. ¿Cómo resarcirse de esta ignominia de la historia? Pues dando la nacionalidad española a cualquier judío que demuestre su origen sefardí.

Estoy casi segura que fue una promesa de Espe a Adelson. Pero sólo si se decidía por Madrid, en vez de la odiada Barcelona, como paraje para construir su Eurovegas.

Ironías de la historia, ahora en la España pepera, apostólico-romana y anti-masónica hay un grupo de presión sionista.

En EEUU hace tiempo que les conocen, y les dejan hacer.